miércoles, 11 de julio de 2012

¿Dónde estáis ahora?

Este es un mensaje dirigido a los que estuvieron en las manifestaciones y concentraciones que tuvieron lugar durante el secuestro y tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Sólo quiero haceros una pregunta: ¿dónde estáis ahora?

Aquel crimen nos llenó de ira y desolación, pero también nos dio un sentido de comunidad que nunca más hemos tenido (o quizás sólo durante las 24 horas siguientes al 11M, y ni un minuto más). En las concentraciones nos mirábamos y reconocíamos en el otro la misma ira y la misma desolación, y nos sentíamos acompañados. No estábamos solos, éramos mayoría... qué coño, éramos todos, porque los que no estaban, los que justificaban el asesinato no eran de los nuestros. Venga, recordadlo, recordad aquellas sensaciones. Estábamos todos, y por una puta vez no mirábamos al de al lado preguntándonos a quien votaría, o de qué barrio era, o de qué equipo de fútbol. Por una vez, no era difícil ser un buen ciudadano: bastaba con sentir esa tristeza, esa compasión y sí, esa ira contra los asesinos. Si yo no lo he olvidado, vosotros tampoco.

¿No tiene ningún valor aquella experiencia? ¿Fue un arrebato sentimental del que ahora nos avergonzamos? ¿Es que ahora tenemos asuntos más importantes de los que ocuparnos? Pregunto esto porque, a mi parecer, los españoles de hoy están tragándose sin masticar la mentira de que la batalla contra ETA ha terminado y que hemos ganado. Todo lo que se consiguió después de - y gracias a - las movilizaciones ciudadanas por el asesinato de Miguel Ángel se está perdiendo. Por supuesto que ETA está débil, pero ¿por qué ese empeño en asegurar que no volverá a matar? ¿Cómo lo saben? ¿Porque lo dicen ellos? Y aunque así fuera, ¿es que no hay nada más en juego? Hoy están en el Congreso aquellos a los que les llamamos, con toda la razón, asesinos, cómplices, enemigos. Son los mismos. Hoy salen a la calle etarras que creíamos que cumplirían sus penas íntegras. Hoy, medios de comunicación y partidos políticos que quisieron ponerse delante de las movilizaciones de hace 15 años, hablan de tiempo nuevo e insultan a las víctimas por no querer conceder algo tan personal como el perdón, por querer mantener vivo el espíritu de Ermua.

Entonces nos sentimos comunidad, y más aún, nos sentimos comunidad democrática. Sí, democrática. Ya sé, decimos tanto "democracia" que parece que no significa nada. Los enemigos y algunos de los nuestros dicen que mantener a Bildu o Sortu en la ilegalidad es antidemocrático. Es mentira. Es mentira que en la comunidad democrática quepan todos. Recordad aquellas concentraciones, recordad el sentimiento. Algo nos unía: cabíamos todos menos los asesinos y sus cómplices. Era una inmensa comunidad que sólo te exigía un requisito: no matarás y no usarás el crimen para esclavizar a los demás. Basta con esto. Democracia.

Lo siento, pero no se ha acabado. Lo siento, pero no hemos ganado. Los que esclavizan siguen entre nosotros, crecidos y ganando terreno. ¿Dónde estáis ahora? ¿En casa, agobiados por los problemas personales? ¿Es que creéis que ya no va con vosotros? ¿Creéis que no hace falta sentirse comunidad? ¿Creéis que una sociedad tan dividida tiene opciones de prosperar? ¿Creéis que la democracia es un lujo? Probad con lo que no es democracia. ¿Creéis que no se puede hacer nada más? Recordad Ermua y lo que vino después. ¿O sois de los que sacudís la cabeza y murmuráis "que se independicen ya y me dejen en paz"? Pensad en los que dieron la vida en esta batalla. ¿Tenéis derecho a desentenderos de su sacrificio? ¿Creéis en la dignidad, en el honor? Venga, recordad, haced un esfuerzo: vosotros estuvisteis allí, yo os vi. Joder, estábamos todos. ¿Dónde estáis ahora?

viernes, 22 de junio de 2012

Susurros nacionalistas


La Universidad del País Vasco tiene claras sus prioridades: la primera es que sus empleados, investigadores y docentes hablen euskera. Con buena voluntad puede suponerse que la siguiente prioridad será una investigación puntera y un alto nivel educativo, pero en todo caso será la segunda. En su empeño por crear un ámbito puramente euskaldún la UPV ha propuesto incluso señalar al personal que habla euskera con algún distintivo en su ropa. Se nota que estamos en un ámbito académico: los que han tenido la idea saben lo que ocurría en el gueto de Varsovia y en otros guetos creados por los nazis: los judíos estaban obligados a ponerse un brazalete amarillo con la estrella de David. Por eso, sin duda, la dirección del centro ha decidido que en este caso el brazalete (o lo que sea) lo lleven los gentiles vascoparlantes. Al resto se les reconocerá por no lucir el complemento de moda, a falta de análisis que muestren su RH.

Esta es sólo una de las medidas que la UPV quiere imponer en el centro. Hay otras, que consisten más que nada en coartar la libertad de las personas que trabajan en la universidad, sin que parezca preocuparles que la comunicación pueda entorpecerse. Imagino a algún investigador estupefacto: no sólo les recortan en I+D+i, sino que ahora tiene que quejarse en un idioma que no conoce. El problema de España nunca ha sido tanto la fuga como la ausencia de cerebros, más acusada cuanto más se asciende en la jerarquía académica. Los cerebros no se fugan de España: son echados a patadas.

Pero una buena juerga identitaria nunca está completa si no viene rematada por el ridículo. Así, la UPV quiere crear la figura del “susurrante”, un ser humano que acercará sus labios al oído de otro ser humano para traducirle al castellano lo que se esté diciendo en euskera. Piensen en la escena final de Lost in Translation, Bill Murray diciendo al oído de Scarlett Johansson algo que el espectador no puede oír, la confirmación de una intimidad que ha ido surgiendo entre dos solitarios en una ciudad hostil. Imaginen al hombre, a la mujer de sus sueños susurrando algo a su oído, lo que sea, una broma, una confesión, un secreto, una procacidad... ¿A que pone? Quizás sea eso lo que busca la UPV, humanizar las relaciones laborales, que surja el amor entre probetas, la amistad entre los papers, la lujuria tras las ventanillas de secretaría. O quizás piensan más en Robert Redford sanando a una jaca jerezana, a un asno mesetario. Da igual: no habrá Redford, ni Murray, ni mucho menos Johansson. ¿Y si el susurrador es un señor o señora con halitosis? ¿Y si es de los que grita cuando cree susurrar? ¿Y si no puede evitar escupir cuando dice “hecho diffffferencial”? Sin duda se impone un dictamen de la Consejería de Sanidad.




lunes, 12 de diciembre de 2011

La asombrosa transformación de dos asesinatos en un error

Luis R. Aizpeolea publicó ayer un artículo en el diario El País abundando en las revelaciones sobre la negociación con ETA. Después de escribir un fisking descubrí que Santiago González ya había publicado el suyo propio, muy bien documentado y escrito. A pesar de eso, publico el mío porque alguna otra cosa tengo que decir.

A modo de recordatorio
Luis R. Aizpeolea

El País, 11 de diciembre de 2011


Entre 2000 y 2003, ETA protagonizó una ofensiva terrorista que costó la vida a 46 personas (políticos, concejales, periodistas, policías...). En ese clima de terror, Jesús Eguiguren, presidente del PSE, y Arnaldo Otegi, líder de Batasuna, se pusieron en contacto a través de Paco Egea, exconsejero socialista del Gobierno vasco PNV-PSE (1995-98), en el que también participó Rosa Díez (Con este apunte biográfico el autor da a conocer su motivo para escribir este artículo: se trata de una respuesta al publicado por la diputada electa de UPyD en El Mundo el pasado 6 de diciembre). Eguiguren y Otegi, desde posiciones antagónicas (obsérvese la equidistancia: desde puntos opuestos persiguen el mismo objetivo. ¿El mismo?), querían contribuir a acabar con aquella sangría (incluso un juicio de intenciones tiene que sostenerse mínimamente. Otegi ha contribuido durante toda su vida adulta a la sangría. Al reunirse con Eguiguren no quería acabar con ella, sino rentabilizarla. Por otra parte, podría parecer que el Presidente del PSE era el único ciudadano que quería el final de los asesinatos. Obviamente ese es un deseo compartido por millones de españoles. Sin embargo, ellos no acudieron con la chequera a escuchar el precio que ponía Otegi. Eguiguren sí. ¿Por qué? En el mejor de los casos, era un hombre profundamente equivocado; en el peor, buscaba otro tipo de rentabilidad) y se fijaron como modelo el proceso de paz irlandés, entonces en boga (en boga, dice. Por entonces también se llevaban los vaqueros lavados a la piedra, que tienen lo mismo que ver con ETA como el caso irlandés). Estaban en esas conversaciones cuando Aznar y Zapatero, que las desconocía (esto es el Partido Socialista), firmaron el Pacto Antiterrorista y las Cortes aprobaron la Ley de Partidos.


Eguiguren y Otegi diseñaron un proceso de final dialogado de ETA (el autor se pasa a la retórica batasuna quedándose a un paso del “marco de superación del conflicto”. Lo que en realidad diseñaron fue un plan para alcanzar un precio político por dejar de asesinar), tras analizar los fracasos precedentes de Argel y de Lizarra. Para evitar que se repitieran, idearon la constitución de dos mesas de diálogo para separar los temas políticos, competencia de los partidos, de los relacionados con presos y desarme, correspondientes a Gobierno y ETA (vuelve la equidistancia, pero lo peor es que algo se ha caído de las mesas: las víctimas). La fórmula se inspiraba en el Pacto de Ajuria Enea (por entonces plenamente fracasado), firmado por todos los partidos vascos en 1988.
Su pretensión era que el plan lo gestionara el Gobierno (¿qué quiere decir “que lo gestionara el Gobierno”? El Gobierno sólo tenía dos opciones: o liquidar el proceso o sentarse a negociar; eligió la opción b) elegido en las elecciones de 2004. Para ellos fue una sorpresa que ganara Zapatero, quien, una vez conocido el plan de Eguiguren (lástima que el autor no aclare si Zapatero conoció, al tiempo que el plan, el momento en el que fue urdido), le dio cobertura política con la aprobación de una declaración parlamentaria acordada por todos los partidos, menos el PP, en mayo de 2005 y basada en el Pacto de Ajuria Enea. La declaración autorizaba el diálogo con ETA si la banda anunciaba una tregua. Igual que hicieron los Gobiernos de González y Aznar.

El siguiente paso fue la apertura de un diálogo informal con ETA para alcanzar la tregua. El Ejecutivo decidió que Eguiguren fuera el interlocutor, pero sin representación formal (interesante el empeño en que el diálogo era informal. El Gobierno lo autorizó y por tanto Eguiguren era su representante. Lo de “informal” sólo es un cortafuegos, un intento penoso de dejar al margen al Ejecutivo si las cosas salen mal. El Gobierno, con el Presidente y el entonces Ministro del Interior al frente, son corresponsables políticos y legales de la actuación de Eguiguren). Logró la tregua tras largas conversaciones con el dirigente de ETA Josu Urrutikoetxea (Josu Ternera) en Ginebra y Oslo. Pactaron, con la tregua, una declaración del Gobierno de apertura del proceso -inspirada en la de Downing Street, del proceso irlandés- y una hoja de ruta, centrada en el diálogo de paz por presos sin compromisos políticos concretos. Esos los adquirirían los partidos posteriormente.

ETA declaró la tregua en marzo de 2006 cuando llevaba tres años sin matar. Más tarde se ha sabido, por sus textos, que no tenía unanimidad y que Thierry reprochó a Urrutikoetxea no haber comprometido políticamente al Gobierno. De hecho, tras la declaración de Zapatero de junio de 2006, con la que formalizó el proceso, la delegación de ETA se negó a abrir la negociación de paz por presos prevista en la hoja de ruta pactada por Eguiguren y Urrutikoetxea. Quería compromisos políticos.

Hasta entonces, los pasos del Gobierno se ajustaron a la declaración parlamentaria de mayo de 2005. Pero en su pretensión de salvar el proceso, con las reservas de Alfredo Pérez Rubalcaba (reservas del actual líder del PSOE. Reservas que no sirvieron para nada, y que ahora El País blande inútilmente para salvar a su protegido), se saltó la hoja de ruta tolerando la formación de una mesa de partidos antes de lograr el compromiso de final de la violencia. Fue el error más serio que cometió en el proceso (un error es equivocarse al marcar un número, esto fue una vileza) y, además, no lo salvó, porque ETA no aceptó el preacuerdo político alcanzado por PNV, PSE y Batasuna al basarse en la Constitución.

Pero ETA cometió otro aún mayor (el autor llama error a un doble asesinato, en seguida veremos por qué). Para forzar la situación, atentó en Barajas el 30 de diciembre de 2006 y mató a dos inmigrantes ecuatorianos (he aquí el error. El autor no se atreve a decir que ETA no pretendía matar a nadie en aquel atentado, pero lo piensa. Y se le escapa lo de “dos inmigrantes ecuatorianos”, una especificación innecesaria. Estacio y Palate no oyeron los avisos de desalojo. Parece que dormían es sus coches. ¿Por qué iba ETA a asesinar a dos que no eran españoles? Esto es lo que sugiere, aunque tranquiliza que le quede la suficiente mala conciencia para no expresar la inmoralidad abiertamente). No sirvió para nada el intento, a la desesperada, de salvar el proceso, auspiciado por el entonces primer ministro británico, Tony Blair, y en junio de 2007 ETA rompió la tregua (¿qué falta aquí? Las reservas de Rubalcaba. Habría sido conmovedor que las hubiera tenido y aún así hubiera mentido a los ciudadanos diciendo que no había proceso alguno).

A partir de entonces, sobre ETA ya no solo cayó en tromba la acción policial, judicial y social. También la de la izquierda abertzale, que al comprobar que gente como Thierry se llevaba por delante su movimiento político inició la batalla por ganar la hegemonía a ETA.
Sin la actuación del Estado de derecho no hubiera habido cese definitivo de ETA el 20 de octubre. Pero tampoco sin el enfrentamiento de la izquierda abertzale contra ETA, que propició el proceso de 2006 (Y aquí llegamos al núcleo. Lo que, según el autor, propició el enfrentamiento de la izquierda abertzale con ETA fue el “error” de la T4. Por tanto, y como ha señalado Arcadi Espada, todo ha tenido sentido, y más que nada las muertes de Estacio y Palate, sin las que la “paz” no se habría conseguido). Conviene recordar que solo entre 2000 y 2003, ETA mató 46 personas. Y que desde 2003 hasta hoy, 11. Los últimos, en julio de 2009. Conviene recordarlo ante quienes se llenan la boca con acusaciones de "traición" contra quienes de buena fe y con errores contribuyeron a que el 20 de octubre ETA declarara el cese definitivo del terror. (¿Incluye el autor a Otegi y Josu Ternera entre los beneficiarios de “la buena fe”? ¿Carecen de buena fe los que se han opuesto a cualquier conversación con los asesinos por principios morales? ¿Cómo, si no traición, puede llamarse al hecho de mentir al Congreso y a los ciudadanos, de saltarse las leyes para sentarse a hablar con terroristas, de aceptar una mesa de partidos (que ya es en sí misma un precio político), de reconocer como interlocutor a una organización criminal? Las leyes, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, los jueces y la firmeza de la sociedad han sido lo que ha debilitado a ETA y reducido progresivamente el número de asesinados. La negociación sólo les ha dado la posibilidad de lograr una victoria post-mortem. Y forma parte de esa victoria un relato en el que se adjudica a un delincuente convicto como Otegi la intención de detener una sangría de la que siempre ha vivido. Y también forma parte de la victoria presentar el Pacto Antiterrorista y la Ley de Partidos como simples cartas de una partida de póquer. Aquel pacto y aquella ley marcan el límite necesario para participar en la democracia española. Un límite imprescindible para que ésta tenga sentido. Es inaceptable presentarlos junto con la negociación con los terroristas como pasos que había que dar para lograr un objetivo más elevado. No hay más objetivo que una democracia digna de tal nombre, y para lograrlo las instituciones tienen que ser firmes frente al chantaje de los criminales. El que, teniendo responsabilidades institucionales o sociales, no lo entiende así sólo puede ser considerado un traidor).

miércoles, 25 de mayo de 2011

Unas elecciones

He sido el candidato número 23 de la lista de UPyD a la Asamblea de Madrid en las elecciones del 22 de mayo. Además, he estado implicado en la precampaña y en la campaña electoral. Ha sido cansado, a veces algo desesperante, pero muy divertido. Y al final muy emocionante. El resultado ha sido muy bueno, en contra de lo que predecían las encuestas. Ninguna de las publicadas nos daba representación en el Parlamento madrileño. Luego supimos por el twitter de Pedro J. Ramírez que al menos una del PSOE el día anterior a las elecciones ya nos situaba en el 7%. Respecto al Ayuntamiento, ahí sí que había quien nos daba 3 concejalías con el 5% raspado de los votos. Hemos tenido casi un 8% y 5 concejalías. Se han lucido.

Es posible que a) todas las encuestas tuvieran algún fallo técnico que les impidiera predecir el apoyo que finalmente hemos recibido o que b) todas estuvieran debidamente cocinadas para decirle a los votantes que no merecía la pena optar por nuestra papeleta, ya que hubiera equivalido a tirar el voto. Por supuesto es muy interesante saber cuál de las dos opciones es la verdadera, pero más interesante es resaltar que, fallo técnico o manipulación, a los ciudadanos les ha dado igual y nos han votado. Me parece ocioso preguntarnos cuántos más nos hubieran dado su confianza si las encuestas hubieran estado más afinadas. El resultado ha sido lo bastante bueno para suponer que no demasiados. La cuestión es que la estrategia diseñada por el partido ha sido un auténtico éxito. La estrategia no tenía un lema de campaña, sino un hashtag: #votoutil. Se trataba de convencer al electorado de que lo inútil era votar a aquél en quien no se confía sólo para evitar que salga aquél al que rechazamos; que lo inútil era votar a los partidos que no van a afrontar las reformas más importantes (que ahora, además, son las más urgentes) salvo que alguien les obligue a ello; que lo inútil, por fin, era votar en blanco, nulo o quedarse en casa como gesto de protesta, ya que ese gesto es indistinguible de la apatía y de la indiferencia. Éxito total: los más de cuatrocientos mil votantes que han elegido la papeleta de UPyD lo han hecho sin certeza alguna de que fuéramos a obtener representación (aunque probablemente muchos compartían nuestra desconfianza hacia las encuestas publicadas). El partido y sus votantes acertaremos o nos equivocaremos, pero desde luego hemos actuado desde la virtud cívica: hemos elegido lo que creemos bueno sin atender a pragmatismos de vuelo corto.

La tarea ha sido dura. Sin duda nos la ha hecho más llevadera Tomás Gómez, que ha llevado a cabo una campaña tan desesperada que le ha sumido en el más profundo ridículo. No quiero ni pensar en el dineral (de todos) que se habrá gastado el PSM en los vídeos y todo el aparataje (por lo demás magnífico) realizado por la agencia Sra. Rushmore. Simplemente no tenía nada que ofrecer. Quería ser el hijo de Zapatero y su alternativa, gobierno y oposición, respetable y antisistema. Todo ello con un discurso rancio, antiguo, mil veces oído.

Pero por otra parte en Madrid nos enfrentábamos a la que es, sin duda, la más dura rival política que hay en España. Esperanza Aguirre tiene un gran instinto político y una imagen que es la que hubiera querido para él Tomás Gómez: la de tener lo bueno de estar en el PP sin padecer sus inconvenientes. Siendo una persona arraigada en el aparato de Génova, influyente como pocas, muchos la ven como una outsider de la política española, una mujer audaz y sincera. Esta imagen, de la que es responsable el apoyo mediático con el que cuenta (mayor que el de ningún político español del momento), es la que la llevó a decir  durante la campaña que siempre creyó que su propia figura política no dejaba espacio político a UPyD. Sin duda se equivocó y probablemente a estas horas está a punto de reconocerlo. Por último, la Presidenta puede lucir unos datos económicos y de gestión bastante aseados, si bien siempre de forma comparativa. Esto es muy típico de nuestros políticos autonómicos: se comparan con los mejores o con los peores según les interesa, además de atribuirse los méritos de lo que va bien y culpar a otras administraciones de lo que no funciona. Esta irresponsabilidad de las administraciones periféricas es uno de los peores efectos secundarios de nuestro Estado de las Autonomías.

No es fácil competir con Doña Esperanza. Medios que informaban poco de nuestras actividades cuando el rival era Zapatero procedieron a ignorarnos por completo cuando pasó a ser Aguirre. Aunque para completar el cuadro hay que mencionar algún medio que sí que nos llevó a titulares... cuando la noticia era mala para el partido y además falsa. Pero nosotros a lo nuestro, haciendo la calle (gratis) y todo el día en internet montando jaleo. Ha sido toda una experiencia, intensa y emocionante como pocas. No entraré en detalles, pero quiero decir que UPyD es una organización sana: se escucha, se habla y se arrima el hombro. Ha sido muy bonito ver a tanta gente dedicando tanto esfuerzo y tanto tiempo - sacado de su familia, amigos, ocio - a un proyecto político que tiene que estar siempre empezando desde cero porque nunca puede dar nada por ganado. En fin, con ánimo puramente descriptivo, sin retóricas ni hipérboles, sólo puedo decir que ha sido inolvidable.

martes, 3 de mayo de 2011

La democracia es un papel de fumar



A raíz del asesinato de Bin Laden he escuchado como veinte veces la expresión "cogérsela con papel de fumar". Está muy extendida. Yo nunca lo he probado, lo confieso. Tampoco me la he rascado con papel de lija, giro que está reclamando el lenguaje vulgar para servir de contrapeso al librillo de los delicados. Los que quieren despachar el asesinato del asesino como un acto de guerra y de justicia elemental, se la rascan con papel de lija. Voy a hacer un hashtag para twitter, a ver si triunfo: #selarascanconpapeldelija.

La democracia es un librillo de papel de fumar. Está llena de procedimientos, precauciones, garantías y otras sedas. Oyendo a los de la lija se diría que los padres fundadores y sus descendientes les parecen unos remilgados. Pero se cuidan mucho de decirlo. La crítica nunca se hace al sistema. Siempre parece que la lija es excepcional, sin comprender la naturaleza del Estado de Derecho, para el que cualquier excepción es un peligro si no está debidamente recogida.

Resulta revelador que muchos de los de la lija se vistan a diario con el taparrabos del liberalismo. Es precisamente el carácter liberal de nuestras democracias lo que explica la abundancia de garantías: el poder político es sospechoso y debe ser limitado, vigilado y contrabalanceado. A pesar de lo cual muchos que se dicen liberales no tiene problema en ceder al Estado la capacidad de matar arbitrariamente, sin siquiera rellenar un formulario. Bien, imaginemos que en la sofisticada operación secreta, estalla una bomba justo cuando pasan por allí nuestros niños (¿no queríais lija?). ¿Aceptaremos su muerte como fruto de la mala suerte, como un daño colateral? ¿O nos la cogeremos con papel de fumar? A ver si nos van a gustar las operaciones secretas sólo si son lejos de casa, a ser posible en otro país.

"Es que es una guerra", dicen. Pues a mí todavía me tienen que convencer. Durante siglos "guerra" tuvo un significado literal muy claro. Por supuesto se utilizaba profusamente para hacer metáforas ("guerra contra el cáncer, contra los impuestos, contra los accidentes laborales..."), pero no había confusión posible. Hasta que llegó la "guerra contra el terrorismo". Si, como dice Arcadi Espada, esta nueva guerra tiene siempre un pie "a cada lado de la ley", sospecho que se debe a que tiene una mano metafórica y otra recta. No se sabe cómo afrontar el nuevo terror globalizado. Los malos no concentran sus tropas en un país ni sus objetivos se limitan a un territorio. Se ha querido estirar un campo semántico y se ha creado confusión. Guantánamo es un ejemplo terrible de esa confusión, que es la que parece sufrir el presidente Obama cuando habla de justicia en la muerte del monstruo y es incapaz de cerrar un monstruoso campo de prisioneros donde se practica un remedo de justicia. "Guerra contra el terrorismo" es una metáfora que intenta enderezarse sin conseguirlo, como acierta a sugerir Enric González en su analogía de Bin Laden con Moby Dick (analogía en la que también naufraga, me temo).

Mientras Occidente busca una sintaxis para el terrorismo que no lo envilezca, que nos permita alegrarnos sin papel de fumar de la muerte de un criminal como Bin Laden, convendrá ir una vez más a la causa última de nuestra perplejidad. Por supuesto es, otra vez, la falta de democracia en tantos países. Y no porque la democracia vaya a erradicar la pobreza y con ella el terrorismo y el granizo en septiembre, como canta la izquierda más pava. No: siempre habrá asesinos. Lo que haría la extensión de la democracia sería impedir que se pudieran esconder. Porque la democracia es un papel de fumar que nos protege permitiéndonos vivir más y mejor en un mundo de papel de lija.

Y para que no me diga nadie que me la cojo con papel de fumar, lo dejaré claro: Bin Laden tenía que ser asesinado. Era eso o dejarlo libre. Pero esta evidencia no me llevará a tirar de la cadena y fingir que con llamarlo "guerra" ya ni apesta ni amenaza con inundarnos de mierda.

lunes, 11 de abril de 2011

ZP ha muerto (políticamente) y yo mismo no me encuentro muy bien

Quizás hayan oído por ahí que Zapatero no se presenta a las próximas generales. Algo se ha comentado. De hecho España parece haber enloquecido con la noticia. En general la reacción ha sido eufórica. Particularmente en el PSOE, donde el personal ha compuesto panegíricos del líder saliente que incluyen la celebración de su salida. Es una escena muy de Semana Santa, ahora que se acercan los días señalaítos: allá va el naZareno con su cruZ a morir por nuestros pecados. Lloran los fieles, sí, pero de alegría. ¡Otro fino! Asistimos a un funeral que parece sacado de una peli de irlandeses de las de John Ford. Y a epitafios cargados de sentido.

No seré yo quien despierte al muerto (político). Le deseo que la tierra le sea leve y que pronto le llegue la gracia del Consejo de Administración, como a sus predecesores. Y que no vuelva ni de visita, a ser posible. Para mí no hay duda de que ha sido el peor presidente del gobierno de los cinco que llevamos. En su mandato lo malo ha excedido con mucho a lo bueno.

Hay una característica común en todos sus errores: ninguno ha sido original. Un personaje de Chandler, cuando contrataba a Marlow, describía a sus dos hijas en estos términos: "supongo que tendrán todos los vicios normales además de los que hayan podido inventar por su cuenta". Pues bien, Zapatero sólo ha demostrado los vicios normales de nuestra democracia, sin haber inventado ninguno nuevo. Eso sí, los ha desarrollado hasta el más alto grado.

El entreguismo a los nacionalistas y su retórica de la diferencia, el sectarismo político que divide España en buenos y malos, la tentación negociadora con los terroristas, la política exterior ruin y miope, la renuncia al liderazgo moral en favor de la adulación al electorado, la incapacidad para salir del capitalismo de amiguetes y promover una economía diversificada y moderna y, sobre todo, la falta de voluntad (de imaginación y coraje ni hablamos) para afrontar reformas imprescindibles del Estado... todo esto ya estaba presente en los anteriores gobiernos, en mayor o menor medida. El motivo es sencillo: por mucho que nos cueste aceptarlo, el verdadero problema no es, nunca ha sido, Zapatero, sino el sistema político (y económico) que hace posible a Zapatero. Incluso podría haber sido peor.

España es un país muy personalista. Nos gusta elevar a los altares a figuras representativas. Sobre todo para luego dar una patada al altar y ver cómo se descalabra la figura. Somos muy dados al vudú social, a la quema de efigies. Claro: ve tú a explicar que el problema es el sistema. Ya tienes a todo el mundo bostezando. No, en España el problema siempre tiene que tener cabeza, tronco, extremidades y un corazón donde clavar la estaca. Hay que poner cara al enemigo. Por eso los socialistas respiran aliviados y descorchan botellas. Porque ya no hay muñeco al que clavar las agujas. El hecho de que tampoco haya muñeco al que votar es un problema menor, de momento.

Pues sí: podría haber sido peor. Y voy más lejos, que hace viento: si no se soluciona el problema un día aparecerá un gobernante que hará bueno a Zapatero. La responsabilidad del saliente no radica en el Estatut, ni el la Ley de Memoria Histórica, ni la negación de la crisis, ni la educación, ni cualquier otro desastre del que podamos acordarnos. Su culpa principalísima es haberse entregado con su incomprensible sonrisa a la inercia de las cosas.

El presidente que necesitaba España, habría dicho: "el sistema político que nos dimos hace treinta años se ha quedado antiguo y tiene que ser reformado. La reforma se basará en la igualdad de todos, que garantiza la libertad; en las leyes, y no en los privilegios; en la unidad, y no en la confrontación; en la realidad, y no en los sentimientos; en la ciudadanía, y no en la apatía de las masas. Y yo voy a liderar esta reforma porque estoy capacitado para ello".

En lugar de esto, Zapatero dijo que el lugar de nacimiento implica diferencias, que las leyes no tienen que ser iguales para todos, que hay unos españoles buenos y otros malos, que sus sentimientos valen más que los de otros, que nos quedemos en casa que ya se encarga él y que no sabes Sonsoles la cantidad de cientos de miles, etc.

He aquí mi epitafio para ZP: "Hizo lo fácil mientras pudo; y cuando se vio obligado a hacer lo difícil ya nadie le creyó".


viernes, 25 de marzo de 2011

El viaje




Mi hijo hay días que no para. Sí, igual que todos los hijos. Resulta muy cansado, como todo el mundo sabe. Sin embargo, cuando realmente me preocupa es cuando se queda quietecito sin hacer nada (cosa que no habrá sucedido más de una o dos veces). Lo prefiero endemoniado y destructor que apocado y sin energía. Mil veces.

No me gusta la gente que siempre se está quejando. Sobre todo porque nunca hacen nada para solucionar las cosas. Además, los problemas que te cuentan suelen ser banales. Y cuando te cuentan un problema de verdad, uno sin solución, es peor, porque lo usan para reforzar su pretendido fatalismo.

Me encanta charlar, discutir, argumentar... pero hasta cierto punto, a partir del cual pasa como cuando repites una palabra cien veces y poco a poco el significado se separa del significante, y te das cuenta de la arbitrariedad del lenguaje. Evitemos repetirnos hasta que nada tenga sentido.

Hay que actuar. Si algo te importa, muévete. Si las cosas están tan mal, no puedes perder nada. Si el objetivo parece imposible, imagina que lo consigues. Ponte en marcha y descubrirás que sólo con eso ya has empezado a cambiar las cosas. Si alguien se está aprovechando de ti, quizás te motive pensar que tu parálisis le refuerza.

Quizás tú solo no puedas cambiar nada. Bien, busca a otros que les pase lo mismo que a ti. Únete a ellos. No seas más exigente con los demás que contigo mismo. No esperes que sean idénticos a ti. Basta con compartir un mismo objetivo por motivos parecidos. No excluyáis a nadie, pero vigilad a los que oculten propósitos egoístas.

No desdeñes tu propia capacidad, pero procura seguir a los mejores. No como ovejas de un rebaño, sino como personas que quieren aprender. Piensa que necesitas gente que te guíe o enseñe, pero que también ellos necesitan que les apoyes, necesitan tu ayuda. No estamos solos ni aislados. Todo gran acción es colectiva.

Pocas cosas dependen sólo de ti y no podemos saber qué pasará mañana. Esto no es un pensamiento deprimente, sino liberador. No cargamos con todo el peso del mundo. Y sin embargo, tenemos una responsabilidad. Hagámonos cargo de ella con alegría. Lo más importante es qué hacemos con nuestro tiempo. Imagínate mañana mirando atrás y sintiéndote orgulloso de lo que hiciste.

La alegría es lo que nos pasa cuando nos sentimos capaces, cuando levantamos la cabeza y vemos un mundo repleto de posibilidades. Sentimos que somos otros sin dejar de ser los mismos. De hecho, en esas ocasiones somos más "nosotros mismos". Las piezas encajan. Estamos preparados para empezar un viaje.

He escrito esto casi del tirón. No me preocupa si todo suena un poco "autoayuda". Quizás un día intente explicarlo mejor. Pero esto me ha pasado a mí en los últimos años. Deseo para todas las personas a las que quiero que sean capaces de iniciar un viaje cada poco tiempo. Ninguno es para siempre. No os olvidéis de regresar.

Mientras tanto, el mío llega el próximo domingo 3 de abril a un puerto muy señalado, y os invito a acompañarme, a mí y a muchos otros. Hay una fiesta en Vistalegre que organiza UPyD pero que será de quien quiera acudir. ¿Quién sabe? Puede que alguien descubra algo sobre sí mismo...




sábado, 12 de marzo de 2011

Las dos españas han de darte el coñazo, españolito




A los homo sapiens nos gusta vivir en comunidad porque nos alarga la vida (hay muchos otros motivos, pero probablemente se derivan de éste). Alguno podría sentir la tentación de aprovecharse del grupo para vivir mejor con menos esfuerzo. Es lo que se llama el problema del free rider o del polizón. Para evitar que cada uno vaya a lo suyo el grupo se dota de una serie de rasgos culturales que permiten que los miembros (y las miembras) se reconozcan y se sientan integrados. Qué se yo, una forma de asar la manteca, un gorro tradicional adornado con plumas de pollo, o una lengua. Lo de la lengua da mucho juego, porque parece venir de la noche de los tiempos y da impresión de permanencia. Impresión falsa, desde luego, pero esa es otra historia.

Ya tenemos un grupo con identidad propia, y por tanto - en principio - más cohesionado. Ahora el que quiera aprovecharse no es más listo que los demás, sino un odioso traidor. Cuidado con los que no se ponen el gorro con plumas de pollo. Son capaces de cualquier cosa. Como los del grupo de al lado. Míralos, asan la manteca, pero de una forma muy distinta. Qué gente tan desagradable. Bárbaros. Seguro que un día de estos nos quitan la manteca y se llevan a nuestras mujeres.

En fin, no creo que haga falta insistir mucho. Parece que no podemos reconocernos en un grupo si no hay otro que sirva de contraste. Y enseguida hay un listillo con ínfulas de líder dispuesto a señalar a los Otros. ¿Estoy hablando de política? Sí, pero no sólo. ¿Estoy hablando de nacionalismo? Sí, pero no sólo. Orwell tiene un artículo imprescindible que se llama Notas sobre el nacionalismo en el que en realidad habla de muchas otras doctrinas políticas que tienen la fea costumbre de "clasificar a los hombres como si fueran insectos". Las agrupa bajo el nombre de nacionalismo por ser ésta la doctrina taxonómica más arraigada.

En realidad, clasificar a los hombres y marcar líneas de separación es una táctica política de la que no se libran los partidos políticos democráticos. Para luchar por el poder nada como señalar bien al enemigo. ¿Estoy hablando de España? Sí, pero no sólo. Por centrarnos en nuestro caso la diferencia más típica históricamente fue la de izquierda y derecha. Hoy, la izquierda mantiene el mismo eje, pero como el término "derecha" parece desacreditado, los que antes la formaban ahora se refieren a ellos mismos como "el centro" (o simplemente como "nosotros") y llaman a los Otros "socialistas". Yo desafío a cualquiera a definir socialismo y derecha tal y como se entienden hoy en el mundo. Pero, por favor, quien lo haga que le dedique un rato. No valen vaguedades del tipo "la derecha cree más en la libertad individual" o "la izquierda piensa en el bien común". ¿Qué significa la libertad individual para Sarah Palin? ¿Qué bien común se consigue con una economía paralizada por los impuestos? Pensemos también en qué es ser de derechas en España y en Estados Unidos. O qué es la izquierda aquí y en China. Pero sobre todo pensemos en cómo ha evolucionado el eje derecha-izquierda en los últimos 150 años. En España ya nadie pide un estado confesional ni la abolición de la propiedad privada. Casi todo el mundo cree que debe existir una educación pública universal y gratuita; casi nadie pide una economía planificada con sus planes quinquenales. Comparados nuestros tiempos con los de Clara Campoamor, las diferencias reales son de matiz.

No es casualidad que Zapatero se haya pasado sus ocho años diciendo que dejar de fumar o bajar los impuestos es de izquierdas. Lo importante es la raya, la separación, la etiqueta. Todo lo que hacemos nosotros es bueno porque es de izquierdas, y es de izquierdas porque es bueno y porque lo hacemos nosotros. Esta forma de hacer política es una antigualla predemocrática. Comprendo que sigue funcionando porque apela al instinto de pertenencia, pero hombre, la Sabana ya nos queda muy lejos. Si el principio nacionalista es falso (que lo es) sólo queda el principio democrático de la igualdad política. No es posible que medio país sea subnormal y el otro medio brillantísimo. Ninguna ideología sirve para todo. De hecho ninguna sirve para nada, salvo para marcar la raya. La realidad es una, y como en tiempos de Ortega y Gasset, "ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral". Alfredo Landa lo decía de otra forma en La Vaquilla: "¿pero no sabes que hay dos Españas, la de éste y la mía?"

En UPyD nos pasa a muchos algo parecido. De vez en cuando alguien nos mira muy preocupado y nos dice: "pero tú no serás socialista, ¿verdad?" Voy a empezar a contestar: "sí, como Orwell".


miércoles, 2 de marzo de 2011

Enredado en las redes sociales




Internet ya no es tan nueva. Su uso comenzó a hacerse masivo a mediados de los noventa. Sin embargo seguimos percibiéndolo como algo revolucionario. Desde luego si algo nos ha dado es conversación. Cada dos por tres surgen comentarios y debates sobre la forma en que la red ha cambiado y, sobre todo, cambiará el mundo. Lo que ocurre es que unos fenómenos van dando el relevo a otros. Ahora son las redes sociales. Ocio y negocio, política y economía, todo parece girar en torno a facebook y twitter.

Yo no sé nada de internet. Lo uso y descubro sus posibilidades cada día. No me planteo mucho más. Es divertido dejarse llevar. Ahora estoy en twitter. No voy a negarlo: me parecía una cosa para los más frikis del pueblo. Y no deja de serlo. Pero es mucho más. Comencé a interesarme hace poco cuando leí un post de Obamaworld en el que comentaba que con twitter se había diseñado su propio periódico. Hay medios de comunicación (sobre todo extranjeros) que tienen servicios de twitter rapidísimos. Cuando lo del animal menor Mubarak seguí el proceso fascinado. Llegaban rumores, desmentidos y confirmaciones minutos, a veces horas, antes de que los publicaran las webs de los grandes medios. Daba la sensación de vivirlo en directo más que con la CNN.

La primera de sus muchas virtudes es que permite una difusión rapidísima. Es lógico que los revolucionarios árabes lo hayan preferido al teléfono y a las señales de humo. De modo que los lemas, consignas, proclamas, anuncios, reflexiones, insultos, majaderías, etc. no cortan el mar sino vuelan. Sobre todo con twitter. Hablando en concreto de política, se ha cuestionado el compromiso twittero. Según Hernández Busto (citando a M. Gladwell) el éxito del activismo en facebook se basa en que permite a la gente hacer algo que no le exige apenas sacrificio. El artículo se publicó antes de lo de Túnez y Egipto. Los cibernautas de estos países compartieron su frustración y en algún momento decidieron hacer algo más. Por supuesto, en sus países ese algo más pasaba por echarse a la calle.

¿Y en el occidente opulento (ja)? Hombre, aquí ya hay democracia, así que la gente puede manifestarse o hacer huelga o encadenarse a un coche oficial, pero normalmente esperará a las elecciones para votar en contra de lo que quiere cambiar. Aquí los ciberactivistas pretenden ejercer presión para influir en los resultados electorales. Recientemente ha habido dos iniciativas que sirven de ejemplo. La muy sonada nolesvotes.com (contra los partidos que apoyaron la Ley Sinde: PSOE, PP y CiU) y la más reciente de Avaaz.org para evitar que los partidos puedan llevar a imputados en sus listas. ¿Son influyentes estas formas de movilización? Intuyo que sí por dos motivos: llegan a muchísima gente y parecen surgir de forma espontánea. El número es importante. A lo mejor para lo de la Plaza Tahrir sólo se movilizó el 10% de los que recibieron la convocatoria, pero si la recibieron dos millones, el lío estaba asegurado. Y la apariencia de espontaneidad, de movimiento de masas, siempre ha ayudado a reducir los recelos de la gente de ser manipulada.

¿Y qué hacen nuestros políticos? Pues principalmente, y hablando en jerga, cagarla. Están empeñados en crear lo espontáneo. Pues mire usted, si lo crea ya no es espontáneo. Como te vean venir las redes sociales no van a ser tu salvación, sino la sala en la que te harán la autopsia y se reirán de cada trocito de tu cadáver.

Por último, una bonita coincidencia: advierten contra los peligros de las redes sociales los curas de toda la vida y los nuevos párrocos.

viernes, 18 de febrero de 2011

Sangre y vísceras en la política madrileña


Hace unos días una revista publicó en portada una acaramelada foto del Alcalde Gallardón y la Presidenta Aguirre en el parque del Retiro, coincidiendo con el día de los enamorados. Creí que respondía a un mensaje político: “es amor lo que está en el aire, no contaminación”. No era así, ya que la jugada hubiera sido muy arriesgada: los científicos no han hallado resto alguno de sentimientos en las muestras tomadas. Mucha polución, nada de emoción.

La revista perdió una buena oportunidad, porque un 14 de febrero (el de 1929) se produjo un suceso que luego fue inmortalizado en muchas películas: la famosa matanza de San Valentín, en la que Al Capone mandó dar matarile a unos rivales en un garaje de Chicago. No es precisamente el amor romántico (ni ningún otro tipo de amor) lo que caracteriza a la política madrileña. Más bien el navajeo por la espalda y la conspiración ignominiosa. Doña Esperanza, metralleta en ristre, vestida con sombrero, gabardina y botines, y Don Alberto, mismo atuendo pero cautivo y desarmado, habrían compuesto una escena quizás menos edificante pero sin duda más realista.

Aguirre y Gallardón llevan años sirviendo de ejemplo a Churchill: el adversario está en la oposición, el enemigo en el partido propio. Ahora Tomás Gómez y Jaime Lissavetzky parecen dispuestos a imitarles. Lógico: pensarán que si a los del PP les ha ido bien, porqué no iba el PSOE a ser menos. Y allá van, plenamente dispuestos a ser más.

Habrá quien diga que la discrepancia interna es signo de vitalidad democrática. Hombre, si esto fuera así Gran Hermano sería la nueva Atenas. Y ya les digo yo que no lo es. No son ideas o proyectos lo que se disputa en las luchas intestinas de PSOE y PP. Son, como sabe cualquiera, cuotas de poder. En lugar de un garaje o un antro ilegal, las élites políticas madrileñas trasladan sus reyertas a escenarios como Caja Madrid o los órganos que confeccionan listas electorales, convirtiendo así las instituciones en algo parecido a la cocina de Hannibal Lecter. Esta forma de proceder explica también la dificultad para deshacerse de malas compañías, como alcaldes-gürtel o dirigentes condenadas por prevaricación.

No quisiera llevar la metáfora demasiado lejos. El PP y el PSOE no son bandas mafiosas. Son lo que los paleontólogos llaman fósiles vivientes: organismos de otro tiempo llamados a extinguirse si se produce un cambio en su entorno o si aparece un competidor mejor adaptado. Un meteorito o, qué se yo, una marea (magenta) podría significar su final si no cambian.

Un día, dentro de muchos siglos, alguien desenterrará los restos de una gaviota y de un puño con una rosa y anunciará fascinado que hubo un tiempo en que unos partidos gigantescos, endogámicos, caníbales y muy torpes dominaban el entorno político español. Se harán películas de terror y los niños jugarán con muñecos de Aguirre y Gómez.