
Así, el Departamento de Estado americano (también Europa, pero este blog se encarga de lo importante) ha promovido y subvencionado durante décadas a animales menores como tiranos en países de los llamados estratégicos: Pinochet en Chile, los talibanes en Afganistán, Hassan II y su heredero en Marruecos, Mubarak en Egipto. No entro ahora en juzgar la bondad o maldad de las dictaduras per se: me parece que son siempre criminales, en mayor o menor grado. Lo que me interesa es el argumento pragmático: mejor una buena dictadura que una mala democracia para la estabilidad mundial. Yo digo que no.
Es falso que las dictaduras sean más estables que las democracias: lo son sólo en apariencia. El descontento y la disidencia permanecen ocultos y no se pueden medir. La información llega a través de rumores y servicios de inteligencia. Nos hemos hecho a la idea de que la CIA y el MI5 son infalibles. En absoluto. Hacen lo que pueden, que a veces es poco. Las grandes crisis suelen coger a las potencias occidentales con el paso cambiado y cara de tontos. Nadie esperaba un colapso del comunismo en el 89. De hecho el muro de Berlín cayó por una confusión. Ahora todos los analistas del mundo árabe preparan con mucha prisa explicaciones retrospectivas de las revueltas.
Las democracias, en cambio, son más transparentes. El poder cambia, o puede cambiar periódicamente, con lo que las políticas exteriores tendrían que ser revisadas. Pero esos cambios suceden a plena luz. Pueden anticiparse y por tanto podemos prepararnos. En una dictadura, por el contrario, habrá menos cambios, pero el día que hay uno el mundo se tambalea. Además, los cambios suceden más deprisa hoy que durante la posguerra mundial. La democracia los canaliza de una forma más sana que las dictaduras.
Suele decirse que los países pobres carecen de una cultura política (y de una cultura en general) que permita a las democracias echar raíces. Así que favorecer las libertades y el estado de derecho en esos países es perder el tiempo. El animal menor es una opción más realista. Lo que ocurre es que hay una relación equívoca entre cultura política y democracia, y me explico. Sí, parece probado que se necesita unas ciertas actitudes cívicas para que haya democracia; pero, por otra parte, está más que probado que esas actitudes se generan cuando existen instituciones democráticas. También es un lugar común que hace falta un cierto desarrollo económico, sin considerar que no hay ninguna prueba de que una dictadura facilite el crecimiento. Más bien al contrario.
En resumen: patrocinar animales menores es una política miope, cortoplacista y especulativa (por no decir inmoral). Favorecer cambios democráticos es, sin duda, arriesgado y difícil... creo. Y digo creo porque nadie parece haberlo intentado nunca. Sostengo que, en cualquier caso, la disyuntiva se ha vuelto, a día de hoy, totalmente falaz. Los animales menores ya no están en condiciones de garantizar estabilidad. Políticas exteriores tan ridículas como la española han pasado a la historia. Lo que ocurre es que nos daremos cuenta dentro de treinta años, cuando todo haya cambiado de nuevo.