La Crisis Eterna
Donde Juande González Moyano escribe de sus cosas y las de otros. Bienvenidos.
miércoles, 11 de julio de 2012
¿Dónde estáis ahora?
Aquel crimen nos llenó de ira y desolación, pero también nos dio un sentido de comunidad que nunca más hemos tenido (o quizás sólo durante las 24 horas siguientes al 11M, y ni un minuto más). En las concentraciones nos mirábamos y reconocíamos en el otro la misma ira y la misma desolación, y nos sentíamos acompañados. No estábamos solos, éramos mayoría... qué coño, éramos todos, porque los que no estaban, los que justificaban el asesinato no eran de los nuestros. Venga, recordadlo, recordad aquellas sensaciones. Estábamos todos, y por una puta vez no mirábamos al de al lado preguntándonos a quien votaría, o de qué barrio era, o de qué equipo de fútbol. Por una vez, no era difícil ser un buen ciudadano: bastaba con sentir esa tristeza, esa compasión y sí, esa ira contra los asesinos. Si yo no lo he olvidado, vosotros tampoco.
¿No tiene ningún valor aquella experiencia? ¿Fue un arrebato sentimental del que ahora nos avergonzamos? ¿Es que ahora tenemos asuntos más importantes de los que ocuparnos? Pregunto esto porque, a mi parecer, los españoles de hoy están tragándose sin masticar la mentira de que la batalla contra ETA ha terminado y que hemos ganado. Todo lo que se consiguió después de - y gracias a - las movilizaciones ciudadanas por el asesinato de Miguel Ángel se está perdiendo. Por supuesto que ETA está débil, pero ¿por qué ese empeño en asegurar que no volverá a matar? ¿Cómo lo saben? ¿Porque lo dicen ellos? Y aunque así fuera, ¿es que no hay nada más en juego? Hoy están en el Congreso aquellos a los que les llamamos, con toda la razón, asesinos, cómplices, enemigos. Son los mismos. Hoy salen a la calle etarras que creíamos que cumplirían sus penas íntegras. Hoy, medios de comunicación y partidos políticos que quisieron ponerse delante de las movilizaciones de hace 15 años, hablan de tiempo nuevo e insultan a las víctimas por no querer conceder algo tan personal como el perdón, por querer mantener vivo el espíritu de Ermua.
Entonces nos sentimos comunidad, y más aún, nos sentimos comunidad democrática. Sí, democrática. Ya sé, decimos tanto "democracia" que parece que no significa nada. Los enemigos y algunos de los nuestros dicen que mantener a Bildu o Sortu en la ilegalidad es antidemocrático. Es mentira. Es mentira que en la comunidad democrática quepan todos. Recordad aquellas concentraciones, recordad el sentimiento. Algo nos unía: cabíamos todos menos los asesinos y sus cómplices. Era una inmensa comunidad que sólo te exigía un requisito: no matarás y no usarás el crimen para esclavizar a los demás. Basta con esto. Democracia.
Lo siento, pero no se ha acabado. Lo siento, pero no hemos ganado. Los que esclavizan siguen entre nosotros, crecidos y ganando terreno. ¿Dónde estáis ahora? ¿En casa, agobiados por los problemas personales? ¿Es que creéis que ya no va con vosotros? ¿Creéis que no hace falta sentirse comunidad? ¿Creéis que una sociedad tan dividida tiene opciones de prosperar? ¿Creéis que la democracia es un lujo? Probad con lo que no es democracia. ¿Creéis que no se puede hacer nada más? Recordad Ermua y lo que vino después. ¿O sois de los que sacudís la cabeza y murmuráis "que se independicen ya y me dejen en paz"? Pensad en los que dieron la vida en esta batalla. ¿Tenéis derecho a desentenderos de su sacrificio? ¿Creéis en la dignidad, en el honor? Venga, recordad, haced un esfuerzo: vosotros estuvisteis allí, yo os vi. Joder, estábamos todos. ¿Dónde estáis ahora?
viernes, 22 de junio de 2012
Susurros nacionalistas
La Universidad del País Vasco tiene claras sus prioridades: la primera es que sus empleados, investigadores y docentes hablen euskera. Con buena voluntad puede suponerse que la siguiente prioridad será una investigación puntera y un alto nivel educativo, pero en todo caso será la segunda. En su empeño por crear un ámbito puramente euskaldún la UPV ha propuesto incluso señalar al personal que habla euskera con algún distintivo en su ropa. Se nota que estamos en un ámbito académico: los que han tenido la idea saben lo que ocurría en el gueto de Varsovia y en otros guetos creados por los nazis: los judíos estaban obligados a ponerse un brazalete amarillo con la estrella de David. Por eso, sin duda, la dirección del centro ha decidido que en este caso el brazalete (o lo que sea) lo lleven los gentiles vascoparlantes. Al resto se les reconocerá por no lucir el complemento de moda, a falta de análisis que muestren su RH.
Esta es sólo una de las medidas que la UPV quiere imponer en el centro. Hay otras, que consisten más que nada en coartar la libertad de las personas que trabajan en la universidad, sin que parezca preocuparles que la comunicación pueda entorpecerse. Imagino a algún investigador estupefacto: no sólo les recortan en I+D+i, sino que ahora tiene que quejarse en un idioma que no conoce. El problema de España nunca ha sido tanto la fuga como la ausencia de cerebros, más acusada cuanto más se asciende en la jerarquía académica. Los cerebros no se fugan de España: son echados a patadas.
Pero una buena juerga identitaria nunca está completa si no viene rematada por el ridículo. Así, la UPV quiere crear la figura del “susurrante”, un ser humano que acercará sus labios al oído de otro ser humano para traducirle al castellano lo que se esté diciendo en euskera. Piensen en la escena final de Lost in Translation, Bill Murray diciendo al oído de Scarlett Johansson algo que el espectador no puede oír, la confirmación de una intimidad que ha ido surgiendo entre dos solitarios en una ciudad hostil. Imaginen al hombre, a la mujer de sus sueños susurrando algo a su oído, lo que sea, una broma, una confesión, un secreto, una procacidad... ¿A que pone? Quizás sea eso lo que busca la UPV, humanizar las relaciones laborales, que surja el amor entre probetas, la amistad entre los papers, la lujuria tras las ventanillas de secretaría. O quizás piensan más en Robert Redford sanando a una jaca jerezana, a un asno mesetario. Da igual: no habrá Redford, ni Murray, ni mucho menos Johansson. ¿Y si el susurrador es un señor o señora con halitosis? ¿Y si es de los que grita cuando cree susurrar? ¿Y si no puede evitar escupir cuando dice “hecho diffffferencial”? Sin duda se impone un dictamen de la Consejería de Sanidad.
lunes, 12 de diciembre de 2011
La asombrosa transformación de dos asesinatos en un error
El País, 11 de diciembre de 2011
Entre 2000 y 2003, ETA protagonizó una ofensiva terrorista que costó la vida a 46 personas (políticos, concejales, periodistas, policías...). En ese clima de terror, Jesús Eguiguren, presidente del PSE, y Arnaldo Otegi, líder de Batasuna, se pusieron en contacto a través de Paco Egea, exconsejero socialista del Gobierno vasco PNV-PSE (1995-98), en el que también participó Rosa Díez (Con este apunte biográfico el autor da a conocer su motivo para escribir este artículo: se trata de una respuesta al publicado por la diputada electa de UPyD en El Mundo el pasado 6 de diciembre). Eguiguren y Otegi, desde posiciones antagónicas (obsérvese la equidistancia: desde puntos opuestos persiguen el mismo objetivo. ¿El mismo?), querían contribuir a acabar con aquella sangría (incluso un juicio de intenciones tiene que sostenerse mínimamente. Otegi ha contribuido durante toda su vida adulta a la sangría. Al reunirse con Eguiguren no quería acabar con ella, sino rentabilizarla. Por otra parte, podría parecer que el Presidente del PSE era el único ciudadano que quería el final de los asesinatos. Obviamente ese es un deseo compartido por millones de españoles. Sin embargo, ellos no acudieron con la chequera a escuchar el precio que ponía Otegi. Eguiguren sí. ¿Por qué? En el mejor de los casos, era un hombre profundamente equivocado; en el peor, buscaba otro tipo de rentabilidad) y se fijaron como modelo el proceso de paz irlandés, entonces en boga (en boga, dice. Por entonces también se llevaban los vaqueros lavados a la piedra, que tienen lo mismo que ver con ETA como el caso irlandés). Estaban en esas conversaciones cuando Aznar y Zapatero, que las desconocía (esto es el Partido Socialista), firmaron el Pacto Antiterrorista y las Cortes aprobaron la Ley de Partidos.
Eguiguren y Otegi diseñaron un proceso de final dialogado de ETA (el autor se pasa a la retórica batasuna quedándose a un paso del “marco de superación del conflicto”. Lo que en realidad diseñaron fue un plan para alcanzar un precio político por dejar de asesinar), tras analizar los fracasos precedentes de Argel y de Lizarra. Para evitar que se repitieran, idearon la constitución de dos mesas de diálogo para separar los temas políticos, competencia de los partidos, de los relacionados con presos y desarme, correspondientes a Gobierno y ETA (vuelve la equidistancia, pero lo peor es que algo se ha caído de las mesas: las víctimas). La fórmula se inspiraba en el Pacto de Ajuria Enea (por entonces plenamente fracasado), firmado por todos los partidos vascos en 1988.
Su pretensión era que el plan lo gestionara el Gobierno (¿qué quiere decir “que lo gestionara el Gobierno”? El Gobierno sólo tenía dos opciones: o liquidar el proceso o sentarse a negociar; eligió la opción b) elegido en las elecciones de 2004. Para ellos fue una sorpresa que ganara Zapatero, quien, una vez conocido el plan de Eguiguren (lástima que el autor no aclare si Zapatero conoció, al tiempo que el plan, el momento en el que fue urdido), le dio cobertura política con la aprobación de una declaración parlamentaria acordada por todos los partidos, menos el PP, en mayo de 2005 y basada en el Pacto de Ajuria Enea. La declaración autorizaba el diálogo con ETA si la banda anunciaba una tregua. Igual que hicieron los Gobiernos de González y Aznar.
ETA declaró la tregua en marzo de 2006 cuando llevaba tres años sin matar. Más tarde se ha sabido, por sus textos, que no tenía unanimidad y que Thierry reprochó a Urrutikoetxea no haber comprometido políticamente al Gobierno. De hecho, tras la declaración de Zapatero de junio de 2006, con la que formalizó el proceso, la delegación de ETA se negó a abrir la negociación de paz por presos prevista en la hoja de ruta pactada por Eguiguren y Urrutikoetxea. Quería compromisos políticos.
Hasta entonces, los pasos del Gobierno se ajustaron a la declaración parlamentaria de mayo de 2005. Pero en su pretensión de salvar el proceso, con las reservas de Alfredo Pérez Rubalcaba (reservas del actual líder del PSOE. Reservas que no sirvieron para nada, y que ahora El País blande inútilmente para salvar a su protegido), se saltó la hoja de ruta tolerando la formación de una mesa de partidos antes de lograr el compromiso de final de la violencia. Fue el error más serio que cometió en el proceso (un error es equivocarse al marcar un número, esto fue una vileza) y, además, no lo salvó, porque ETA no aceptó el preacuerdo político alcanzado por PNV, PSE y Batasuna al basarse en la Constitución.
Pero ETA cometió otro aún mayor (el autor llama error a un doble asesinato, en seguida veremos por qué). Para forzar la situación, atentó en Barajas el 30 de diciembre de 2006 y mató a dos inmigrantes ecuatorianos (he aquí el error. El autor no se atreve a decir que ETA no pretendía matar a nadie en aquel atentado, pero lo piensa. Y se le escapa lo de “dos inmigrantes ecuatorianos”, una especificación innecesaria. Estacio y Palate no oyeron los avisos de desalojo. Parece que dormían es sus coches. ¿Por qué iba ETA a asesinar a dos que no eran españoles? Esto es lo que sugiere, aunque tranquiliza que le quede la suficiente mala conciencia para no expresar la inmoralidad abiertamente). No sirvió para nada el intento, a la desesperada, de salvar el proceso, auspiciado por el entonces primer ministro británico, Tony Blair, y en junio de 2007 ETA rompió la tregua (¿qué falta aquí? Las reservas de Rubalcaba. Habría sido conmovedor que las hubiera tenido y aún así hubiera mentido a los ciudadanos diciendo que no había proceso alguno).
A partir de entonces, sobre ETA ya no solo cayó en tromba la acción policial, judicial y social. También la de la izquierda abertzale, que al comprobar que gente como Thierry se llevaba por delante su movimiento político inició la batalla por ganar la hegemonía a ETA.
Sin la actuación del Estado de derecho no hubiera habido cese definitivo de ETA el 20 de octubre. Pero tampoco sin el enfrentamiento de la izquierda abertzale contra ETA, que propició el proceso de 2006 (Y aquí llegamos al núcleo. Lo que, según el autor, propició el enfrentamiento de la izquierda abertzale con ETA fue el “error” de la T4. Por tanto, y como ha señalado Arcadi Espada, todo ha tenido sentido, y más que nada las muertes de Estacio y Palate, sin las que la “paz” no se habría conseguido). Conviene recordar que solo entre 2000 y 2003, ETA mató 46 personas. Y que desde 2003 hasta hoy, 11. Los últimos, en julio de 2009. Conviene recordarlo ante quienes se llenan la boca con acusaciones de "traición" contra quienes de buena fe y con errores contribuyeron a que el 20 de octubre ETA declarara el cese definitivo del terror. (¿Incluye el autor a Otegi y Josu Ternera entre los beneficiarios de “la buena fe”? ¿Carecen de buena fe los que se han opuesto a cualquier conversación con los asesinos por principios morales? ¿Cómo, si no traición, puede llamarse al hecho de mentir al Congreso y a los ciudadanos, de saltarse las leyes para sentarse a hablar con terroristas, de aceptar una mesa de partidos (que ya es en sí misma un precio político), de reconocer como interlocutor a una organización criminal? Las leyes, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, los jueces y la firmeza de la sociedad han sido lo que ha debilitado a ETA y reducido progresivamente el número de asesinados. La negociación sólo les ha dado la posibilidad de lograr una victoria post-mortem. Y forma parte de esa victoria un relato en el que se adjudica a un delincuente convicto como Otegi la intención de detener una sangría de la que siempre ha vivido. Y también forma parte de la victoria presentar el Pacto Antiterrorista y la Ley de Partidos como simples cartas de una partida de póquer. Aquel pacto y aquella ley marcan el límite necesario para participar en la democracia española. Un límite imprescindible para que ésta tenga sentido. Es inaceptable presentarlos junto con la negociación con los terroristas como pasos que había que dar para lograr un objetivo más elevado. No hay más objetivo que una democracia digna de tal nombre, y para lograrlo las instituciones tienen que ser firmes frente al chantaje de los criminales. El que, teniendo responsabilidades institucionales o sociales, no lo entiende así sólo puede ser considerado un traidor).
miércoles, 25 de mayo de 2011
Unas elecciones
Es posible que a) todas las encuestas tuvieran algún fallo técnico que les impidiera predecir el apoyo que finalmente hemos recibido o que b) todas estuvieran debidamente cocinadas para decirle a los votantes que no merecía la pena optar por nuestra papeleta, ya que hubiera equivalido a tirar el voto. Por supuesto es muy interesante saber cuál de las dos opciones es la verdadera, pero más interesante es resaltar que, fallo técnico o manipulación, a los ciudadanos les ha dado igual y nos han votado. Me parece ocioso preguntarnos cuántos más nos hubieran dado su confianza si las encuestas hubieran estado más afinadas. El resultado ha sido lo bastante bueno para suponer que no demasiados. La cuestión es que la estrategia diseñada por el partido ha sido un auténtico éxito. La estrategia no tenía un lema de campaña, sino un hashtag: #votoutil. Se trataba de convencer al electorado de que lo inútil era votar a aquél en quien no se confía sólo para evitar que salga aquél al que rechazamos; que lo inútil era votar a los partidos que no van a afrontar las reformas más importantes (que ahora, además, son las más urgentes) salvo que alguien les obligue a ello; que lo inútil, por fin, era votar en blanco, nulo o quedarse en casa como gesto de protesta, ya que ese gesto es indistinguible de la apatía y de la indiferencia. Éxito total: los más de cuatrocientos mil votantes que han elegido la papeleta de UPyD lo han hecho sin certeza alguna de que fuéramos a obtener representación (aunque probablemente muchos compartían nuestra desconfianza hacia las encuestas publicadas). El partido y sus votantes acertaremos o nos equivocaremos, pero desde luego hemos actuado desde la virtud cívica: hemos elegido lo que creemos bueno sin atender a pragmatismos de vuelo corto.
La tarea ha sido dura. Sin duda nos la ha hecho más llevadera Tomás Gómez, que ha llevado a cabo una campaña tan desesperada que le ha sumido en el más profundo ridículo. No quiero ni pensar en el dineral (de todos) que se habrá gastado el PSM en los vídeos y todo el aparataje (por lo demás magnífico) realizado por la agencia Sra. Rushmore. Simplemente no tenía nada que ofrecer. Quería ser el hijo de Zapatero y su alternativa, gobierno y oposición, respetable y antisistema. Todo ello con un discurso rancio, antiguo, mil veces oído.
Pero por otra parte en Madrid nos enfrentábamos a la que es, sin duda, la más dura rival política que hay en España. Esperanza Aguirre tiene un gran instinto político y una imagen que es la que hubiera querido para él Tomás Gómez: la de tener lo bueno de estar en el PP sin padecer sus inconvenientes. Siendo una persona arraigada en el aparato de Génova, influyente como pocas, muchos la ven como una outsider de la política española, una mujer audaz y sincera. Esta imagen, de la que es responsable el apoyo mediático con el que cuenta (mayor que el de ningún político español del momento), es la que la llevó a decir durante la campaña que siempre creyó que su propia figura política no dejaba espacio político a UPyD. Sin duda se equivocó y probablemente a estas horas está a punto de reconocerlo. Por último, la Presidenta puede lucir unos datos económicos y de gestión bastante aseados, si bien siempre de forma comparativa. Esto es muy típico de nuestros políticos autonómicos: se comparan con los mejores o con los peores según les interesa, además de atribuirse los méritos de lo que va bien y culpar a otras administraciones de lo que no funciona. Esta irresponsabilidad de las administraciones periféricas es uno de los peores efectos secundarios de nuestro Estado de las Autonomías.
No es fácil competir con Doña Esperanza. Medios que informaban poco de nuestras actividades cuando el rival era Zapatero procedieron a ignorarnos por completo cuando pasó a ser Aguirre. Aunque para completar el cuadro hay que mencionar algún medio que sí que nos llevó a titulares... cuando la noticia era mala para el partido y además falsa. Pero nosotros a lo nuestro, haciendo la calle (gratis) y todo el día en internet montando jaleo. Ha sido toda una experiencia, intensa y emocionante como pocas. No entraré en detalles, pero quiero decir que UPyD es una organización sana: se escucha, se habla y se arrima el hombro. Ha sido muy bonito ver a tanta gente dedicando tanto esfuerzo y tanto tiempo - sacado de su familia, amigos, ocio - a un proyecto político que tiene que estar siempre empezando desde cero porque nunca puede dar nada por ganado. En fin, con ánimo puramente descriptivo, sin retóricas ni hipérboles, sólo puedo decir que ha sido inolvidable.
martes, 3 de mayo de 2011
La democracia es un papel de fumar
A raíz del asesinato de Bin Laden he escuchado como veinte veces la expresión "cogérsela con papel de fumar". Está muy extendida. Yo nunca lo he probado, lo confieso. Tampoco me la he rascado con papel de lija, giro que está reclamando el lenguaje vulgar para servir de contrapeso al librillo de los delicados. Los que quieren despachar el asesinato del asesino como un acto de guerra y de justicia elemental, se la rascan con papel de lija. Voy a hacer un hashtag para twitter, a ver si triunfo: #selarascanconpapeldelija.
La democracia es un librillo de papel de fumar. Está llena de procedimientos, precauciones, garantías y otras sedas. Oyendo a los de la lija se diría que los padres fundadores y sus descendientes les parecen unos remilgados. Pero se cuidan mucho de decirlo. La crítica nunca se hace al sistema. Siempre parece que la lija es excepcional, sin comprender la naturaleza del Estado de Derecho, para el que cualquier excepción es un peligro si no está debidamente recogida.
Resulta revelador que muchos de los de la lija se vistan a diario con el taparrabos del liberalismo. Es precisamente el carácter liberal de nuestras democracias lo que explica la abundancia de garantías: el poder político es sospechoso y debe ser limitado, vigilado y contrabalanceado. A pesar de lo cual muchos que se dicen liberales no tiene problema en ceder al Estado la capacidad de matar arbitrariamente, sin siquiera rellenar un formulario. Bien, imaginemos que en la sofisticada operación secreta, estalla una bomba justo cuando pasan por allí nuestros niños (¿no queríais lija?). ¿Aceptaremos su muerte como fruto de la mala suerte, como un daño colateral? ¿O nos la cogeremos con papel de fumar? A ver si nos van a gustar las operaciones secretas sólo si son lejos de casa, a ser posible en otro país.
"Es que es una guerra", dicen. Pues a mí todavía me tienen que convencer. Durante siglos "guerra" tuvo un significado literal muy claro. Por supuesto se utilizaba profusamente para hacer metáforas ("guerra contra el cáncer, contra los impuestos, contra los accidentes laborales..."), pero no había confusión posible. Hasta que llegó la "guerra contra el terrorismo". Si, como dice Arcadi Espada, esta nueva guerra tiene siempre un pie "a cada lado de la ley", sospecho que se debe a que tiene una mano metafórica y otra recta. No se sabe cómo afrontar el nuevo terror globalizado. Los malos no concentran sus tropas en un país ni sus objetivos se limitan a un territorio. Se ha querido estirar un campo semántico y se ha creado confusión. Guantánamo es un ejemplo terrible de esa confusión, que es la que parece sufrir el presidente Obama cuando habla de justicia en la muerte del monstruo y es incapaz de cerrar un monstruoso campo de prisioneros donde se practica un remedo de justicia. "Guerra contra el terrorismo" es una metáfora que intenta enderezarse sin conseguirlo, como acierta a sugerir Enric González en su analogía de Bin Laden con Moby Dick (analogía en la que también naufraga, me temo).
Mientras Occidente busca una sintaxis para el terrorismo que no lo envilezca, que nos permita alegrarnos sin papel de fumar de la muerte de un criminal como Bin Laden, convendrá ir una vez más a la causa última de nuestra perplejidad. Por supuesto es, otra vez, la falta de democracia en tantos países. Y no porque la democracia vaya a erradicar la pobreza y con ella el terrorismo y el granizo en septiembre, como canta la izquierda más pava. No: siempre habrá asesinos. Lo que haría la extensión de la democracia sería impedir que se pudieran esconder. Porque la democracia es un papel de fumar que nos protege permitiéndonos vivir más y mejor en un mundo de papel de lija.
Y para que no me diga nadie que me la cojo con papel de fumar, lo dejaré claro: Bin Laden tenía que ser asesinado. Era eso o dejarlo libre. Pero esta evidencia no me llevará a tirar de la cadena y fingir que con llamarlo "guerra" ya ni apesta ni amenaza con inundarnos de mierda.
lunes, 11 de abril de 2011
ZP ha muerto (políticamente) y yo mismo no me encuentro muy bien
viernes, 25 de marzo de 2011
El viaje
sábado, 12 de marzo de 2011
Las dos españas han de darte el coñazo, españolito
miércoles, 2 de marzo de 2011
Enredado en las redes sociales
viernes, 18 de febrero de 2011
Sangre y vísceras en la política madrileña
Hace unos días una revista publicó en portada una acaramelada foto del Alcalde Gallardón y la Presidenta Aguirre en el parque del Retiro, coincidiendo con el día de los enamorados. Creí que respondía a un mensaje político: “es amor lo que está en el aire, no contaminación”. No era así, ya que la jugada hubiera sido muy arriesgada: los científicos no han hallado resto alguno de sentimientos en las muestras tomadas. Mucha polución, nada de emoción.
La revista perdió una buena oportunidad, porque un 14 de febrero (el de 1929) se produjo un suceso que luego fue inmortalizado en muchas películas: la famosa matanza de San Valentín, en la que Al Capone mandó dar matarile a unos rivales en un garaje de Chicago. No es precisamente el amor romántico (ni ningún otro tipo de amor) lo que caracteriza a la política madrileña. Más bien el navajeo por la espalda y la conspiración ignominiosa. Doña Esperanza, metralleta en ristre, vestida con sombrero, gabardina y botines, y Don Alberto, mismo atuendo pero cautivo y desarmado, habrían compuesto una escena quizás menos edificante pero sin duda más realista.
Aguirre y Gallardón llevan años sirviendo de ejemplo a Churchill: el adversario está en la oposición, el enemigo en el partido propio. Ahora Tomás Gómez y Jaime Lissavetzky parecen dispuestos a imitarles. Lógico: pensarán que si a los del PP les ha ido bien, porqué no iba el PSOE a ser menos. Y allá van, plenamente dispuestos a ser más.
Habrá quien diga que la discrepancia interna es signo de vitalidad democrática. Hombre, si esto fuera así Gran Hermano sería la nueva Atenas. Y ya les digo yo que no lo es. No son ideas o proyectos lo que se disputa en las luchas intestinas de PSOE y PP. Son, como sabe cualquiera, cuotas de poder. En lugar de un garaje o un antro ilegal, las élites políticas madrileñas trasladan sus reyertas a escenarios como Caja Madrid o los órganos que confeccionan listas electorales, convirtiendo así las instituciones en algo parecido a la cocina de Hannibal Lecter. Esta forma de proceder explica también la dificultad para deshacerse de malas compañías, como alcaldes-gürtel o dirigentes condenadas por prevaricación.
No quisiera llevar la metáfora demasiado lejos. El PP y el PSOE no son bandas mafiosas. Son lo que los paleontólogos llaman fósiles vivientes: organismos de otro tiempo llamados a extinguirse si se produce un cambio en su entorno o si aparece un competidor mejor adaptado. Un meteorito o, qué se yo, una marea (magenta) podría significar su final si no cambian.
Un día, dentro de muchos siglos, alguien desenterrará los restos de una gaviota y de un puño con una rosa y anunciará fascinado que hubo un tiempo en que unos partidos gigantescos, endogámicos, caníbales y muy torpes dominaban el entorno político español. Se harán películas de terror y los niños jugarán con muñecos de Aguirre y Gómez.