lunes, 11 de abril de 2011

ZP ha muerto (políticamente) y yo mismo no me encuentro muy bien

Quizás hayan oído por ahí que Zapatero no se presenta a las próximas generales. Algo se ha comentado. De hecho España parece haber enloquecido con la noticia. En general la reacción ha sido eufórica. Particularmente en el PSOE, donde el personal ha compuesto panegíricos del líder saliente que incluyen la celebración de su salida. Es una escena muy de Semana Santa, ahora que se acercan los días señalaítos: allá va el naZareno con su cruZ a morir por nuestros pecados. Lloran los fieles, sí, pero de alegría. ¡Otro fino! Asistimos a un funeral que parece sacado de una peli de irlandeses de las de John Ford. Y a epitafios cargados de sentido.

No seré yo quien despierte al muerto (político). Le deseo que la tierra le sea leve y que pronto le llegue la gracia del Consejo de Administración, como a sus predecesores. Y que no vuelva ni de visita, a ser posible. Para mí no hay duda de que ha sido el peor presidente del gobierno de los cinco que llevamos. En su mandato lo malo ha excedido con mucho a lo bueno.

Hay una característica común en todos sus errores: ninguno ha sido original. Un personaje de Chandler, cuando contrataba a Marlow, describía a sus dos hijas en estos términos: "supongo que tendrán todos los vicios normales además de los que hayan podido inventar por su cuenta". Pues bien, Zapatero sólo ha demostrado los vicios normales de nuestra democracia, sin haber inventado ninguno nuevo. Eso sí, los ha desarrollado hasta el más alto grado.

El entreguismo a los nacionalistas y su retórica de la diferencia, el sectarismo político que divide España en buenos y malos, la tentación negociadora con los terroristas, la política exterior ruin y miope, la renuncia al liderazgo moral en favor de la adulación al electorado, la incapacidad para salir del capitalismo de amiguetes y promover una economía diversificada y moderna y, sobre todo, la falta de voluntad (de imaginación y coraje ni hablamos) para afrontar reformas imprescindibles del Estado... todo esto ya estaba presente en los anteriores gobiernos, en mayor o menor medida. El motivo es sencillo: por mucho que nos cueste aceptarlo, el verdadero problema no es, nunca ha sido, Zapatero, sino el sistema político (y económico) que hace posible a Zapatero. Incluso podría haber sido peor.

España es un país muy personalista. Nos gusta elevar a los altares a figuras representativas. Sobre todo para luego dar una patada al altar y ver cómo se descalabra la figura. Somos muy dados al vudú social, a la quema de efigies. Claro: ve tú a explicar que el problema es el sistema. Ya tienes a todo el mundo bostezando. No, en España el problema siempre tiene que tener cabeza, tronco, extremidades y un corazón donde clavar la estaca. Hay que poner cara al enemigo. Por eso los socialistas respiran aliviados y descorchan botellas. Porque ya no hay muñeco al que clavar las agujas. El hecho de que tampoco haya muñeco al que votar es un problema menor, de momento.

Pues sí: podría haber sido peor. Y voy más lejos, que hace viento: si no se soluciona el problema un día aparecerá un gobernante que hará bueno a Zapatero. La responsabilidad del saliente no radica en el Estatut, ni el la Ley de Memoria Histórica, ni la negación de la crisis, ni la educación, ni cualquier otro desastre del que podamos acordarnos. Su culpa principalísima es haberse entregado con su incomprensible sonrisa a la inercia de las cosas.

El presidente que necesitaba España, habría dicho: "el sistema político que nos dimos hace treinta años se ha quedado antiguo y tiene que ser reformado. La reforma se basará en la igualdad de todos, que garantiza la libertad; en las leyes, y no en los privilegios; en la unidad, y no en la confrontación; en la realidad, y no en los sentimientos; en la ciudadanía, y no en la apatía de las masas. Y yo voy a liderar esta reforma porque estoy capacitado para ello".

En lugar de esto, Zapatero dijo que el lugar de nacimiento implica diferencias, que las leyes no tienen que ser iguales para todos, que hay unos españoles buenos y otros malos, que sus sentimientos valen más que los de otros, que nos quedemos en casa que ya se encarga él y que no sabes Sonsoles la cantidad de cientos de miles, etc.

He aquí mi epitafio para ZP: "Hizo lo fácil mientras pudo; y cuando se vio obligado a hacer lo difícil ya nadie le creyó".