miércoles, 25 de mayo de 2011

Unas elecciones

He sido el candidato número 23 de la lista de UPyD a la Asamblea de Madrid en las elecciones del 22 de mayo. Además, he estado implicado en la precampaña y en la campaña electoral. Ha sido cansado, a veces algo desesperante, pero muy divertido. Y al final muy emocionante. El resultado ha sido muy bueno, en contra de lo que predecían las encuestas. Ninguna de las publicadas nos daba representación en el Parlamento madrileño. Luego supimos por el twitter de Pedro J. Ramírez que al menos una del PSOE el día anterior a las elecciones ya nos situaba en el 7%. Respecto al Ayuntamiento, ahí sí que había quien nos daba 3 concejalías con el 5% raspado de los votos. Hemos tenido casi un 8% y 5 concejalías. Se han lucido.

Es posible que a) todas las encuestas tuvieran algún fallo técnico que les impidiera predecir el apoyo que finalmente hemos recibido o que b) todas estuvieran debidamente cocinadas para decirle a los votantes que no merecía la pena optar por nuestra papeleta, ya que hubiera equivalido a tirar el voto. Por supuesto es muy interesante saber cuál de las dos opciones es la verdadera, pero más interesante es resaltar que, fallo técnico o manipulación, a los ciudadanos les ha dado igual y nos han votado. Me parece ocioso preguntarnos cuántos más nos hubieran dado su confianza si las encuestas hubieran estado más afinadas. El resultado ha sido lo bastante bueno para suponer que no demasiados. La cuestión es que la estrategia diseñada por el partido ha sido un auténtico éxito. La estrategia no tenía un lema de campaña, sino un hashtag: #votoutil. Se trataba de convencer al electorado de que lo inútil era votar a aquél en quien no se confía sólo para evitar que salga aquél al que rechazamos; que lo inútil era votar a los partidos que no van a afrontar las reformas más importantes (que ahora, además, son las más urgentes) salvo que alguien les obligue a ello; que lo inútil, por fin, era votar en blanco, nulo o quedarse en casa como gesto de protesta, ya que ese gesto es indistinguible de la apatía y de la indiferencia. Éxito total: los más de cuatrocientos mil votantes que han elegido la papeleta de UPyD lo han hecho sin certeza alguna de que fuéramos a obtener representación (aunque probablemente muchos compartían nuestra desconfianza hacia las encuestas publicadas). El partido y sus votantes acertaremos o nos equivocaremos, pero desde luego hemos actuado desde la virtud cívica: hemos elegido lo que creemos bueno sin atender a pragmatismos de vuelo corto.

La tarea ha sido dura. Sin duda nos la ha hecho más llevadera Tomás Gómez, que ha llevado a cabo una campaña tan desesperada que le ha sumido en el más profundo ridículo. No quiero ni pensar en el dineral (de todos) que se habrá gastado el PSM en los vídeos y todo el aparataje (por lo demás magnífico) realizado por la agencia Sra. Rushmore. Simplemente no tenía nada que ofrecer. Quería ser el hijo de Zapatero y su alternativa, gobierno y oposición, respetable y antisistema. Todo ello con un discurso rancio, antiguo, mil veces oído.

Pero por otra parte en Madrid nos enfrentábamos a la que es, sin duda, la más dura rival política que hay en España. Esperanza Aguirre tiene un gran instinto político y una imagen que es la que hubiera querido para él Tomás Gómez: la de tener lo bueno de estar en el PP sin padecer sus inconvenientes. Siendo una persona arraigada en el aparato de Génova, influyente como pocas, muchos la ven como una outsider de la política española, una mujer audaz y sincera. Esta imagen, de la que es responsable el apoyo mediático con el que cuenta (mayor que el de ningún político español del momento), es la que la llevó a decir  durante la campaña que siempre creyó que su propia figura política no dejaba espacio político a UPyD. Sin duda se equivocó y probablemente a estas horas está a punto de reconocerlo. Por último, la Presidenta puede lucir unos datos económicos y de gestión bastante aseados, si bien siempre de forma comparativa. Esto es muy típico de nuestros políticos autonómicos: se comparan con los mejores o con los peores según les interesa, además de atribuirse los méritos de lo que va bien y culpar a otras administraciones de lo que no funciona. Esta irresponsabilidad de las administraciones periféricas es uno de los peores efectos secundarios de nuestro Estado de las Autonomías.

No es fácil competir con Doña Esperanza. Medios que informaban poco de nuestras actividades cuando el rival era Zapatero procedieron a ignorarnos por completo cuando pasó a ser Aguirre. Aunque para completar el cuadro hay que mencionar algún medio que sí que nos llevó a titulares... cuando la noticia era mala para el partido y además falsa. Pero nosotros a lo nuestro, haciendo la calle (gratis) y todo el día en internet montando jaleo. Ha sido toda una experiencia, intensa y emocionante como pocas. No entraré en detalles, pero quiero decir que UPyD es una organización sana: se escucha, se habla y se arrima el hombro. Ha sido muy bonito ver a tanta gente dedicando tanto esfuerzo y tanto tiempo - sacado de su familia, amigos, ocio - a un proyecto político que tiene que estar siempre empezando desde cero porque nunca puede dar nada por ganado. En fin, con ánimo puramente descriptivo, sin retóricas ni hipérboles, sólo puedo decir que ha sido inolvidable.

martes, 3 de mayo de 2011

La democracia es un papel de fumar



A raíz del asesinato de Bin Laden he escuchado como veinte veces la expresión "cogérsela con papel de fumar". Está muy extendida. Yo nunca lo he probado, lo confieso. Tampoco me la he rascado con papel de lija, giro que está reclamando el lenguaje vulgar para servir de contrapeso al librillo de los delicados. Los que quieren despachar el asesinato del asesino como un acto de guerra y de justicia elemental, se la rascan con papel de lija. Voy a hacer un hashtag para twitter, a ver si triunfo: #selarascanconpapeldelija.

La democracia es un librillo de papel de fumar. Está llena de procedimientos, precauciones, garantías y otras sedas. Oyendo a los de la lija se diría que los padres fundadores y sus descendientes les parecen unos remilgados. Pero se cuidan mucho de decirlo. La crítica nunca se hace al sistema. Siempre parece que la lija es excepcional, sin comprender la naturaleza del Estado de Derecho, para el que cualquier excepción es un peligro si no está debidamente recogida.

Resulta revelador que muchos de los de la lija se vistan a diario con el taparrabos del liberalismo. Es precisamente el carácter liberal de nuestras democracias lo que explica la abundancia de garantías: el poder político es sospechoso y debe ser limitado, vigilado y contrabalanceado. A pesar de lo cual muchos que se dicen liberales no tiene problema en ceder al Estado la capacidad de matar arbitrariamente, sin siquiera rellenar un formulario. Bien, imaginemos que en la sofisticada operación secreta, estalla una bomba justo cuando pasan por allí nuestros niños (¿no queríais lija?). ¿Aceptaremos su muerte como fruto de la mala suerte, como un daño colateral? ¿O nos la cogeremos con papel de fumar? A ver si nos van a gustar las operaciones secretas sólo si son lejos de casa, a ser posible en otro país.

"Es que es una guerra", dicen. Pues a mí todavía me tienen que convencer. Durante siglos "guerra" tuvo un significado literal muy claro. Por supuesto se utilizaba profusamente para hacer metáforas ("guerra contra el cáncer, contra los impuestos, contra los accidentes laborales..."), pero no había confusión posible. Hasta que llegó la "guerra contra el terrorismo". Si, como dice Arcadi Espada, esta nueva guerra tiene siempre un pie "a cada lado de la ley", sospecho que se debe a que tiene una mano metafórica y otra recta. No se sabe cómo afrontar el nuevo terror globalizado. Los malos no concentran sus tropas en un país ni sus objetivos se limitan a un territorio. Se ha querido estirar un campo semántico y se ha creado confusión. Guantánamo es un ejemplo terrible de esa confusión, que es la que parece sufrir el presidente Obama cuando habla de justicia en la muerte del monstruo y es incapaz de cerrar un monstruoso campo de prisioneros donde se practica un remedo de justicia. "Guerra contra el terrorismo" es una metáfora que intenta enderezarse sin conseguirlo, como acierta a sugerir Enric González en su analogía de Bin Laden con Moby Dick (analogía en la que también naufraga, me temo).

Mientras Occidente busca una sintaxis para el terrorismo que no lo envilezca, que nos permita alegrarnos sin papel de fumar de la muerte de un criminal como Bin Laden, convendrá ir una vez más a la causa última de nuestra perplejidad. Por supuesto es, otra vez, la falta de democracia en tantos países. Y no porque la democracia vaya a erradicar la pobreza y con ella el terrorismo y el granizo en septiembre, como canta la izquierda más pava. No: siempre habrá asesinos. Lo que haría la extensión de la democracia sería impedir que se pudieran esconder. Porque la democracia es un papel de fumar que nos protege permitiéndonos vivir más y mejor en un mundo de papel de lija.

Y para que no me diga nadie que me la cojo con papel de fumar, lo dejaré claro: Bin Laden tenía que ser asesinado. Era eso o dejarlo libre. Pero esta evidencia no me llevará a tirar de la cadena y fingir que con llamarlo "guerra" ya ni apesta ni amenaza con inundarnos de mierda.