martes, 16 de noviembre de 2010

Contra el pesimismo, acción

Sergio y Pocha dicen que no hay esperanza (o muy poca) en mi exposición de las cosas. Y sin embargo mi estado de ánimo está muy lejos de la desesperanza o del pesimismo. Cuando hablo de política y de la sociedad me centro en los problemas y no suelo mencionar que las cosas podrían ser (y de hecho han sido) mucho peores. En lo que me centro es en la distancia que hay entre mis expectativas y lo que nos rodea. También en desvelar (en lo que yo puedo) las incoherencias (inconscientes o no) de muchos discursos públicos, entre los que los hay estúpidamente optimistas y calculadamente pesimistas.

Nos movemos entre paradojas y hay que saber resolverlas. Para mí, descubrir nuevas posibilidades, nuevos horizontes, mejores formas de ver la vida es quizás lo más estimulante que hay. Me llena de ilusión y de proyectos. Y llena de sentido mis días. La mejor gasolina es hacer algo con un propósito. El propósito, por supuesto, tiene que ser ambicioso, cuanto más mejor. Por ejemplo, transformar la sociedad hacia otra más integrada, más cooperativa, más compasiva, más humana (y por sociedad no estoy pensando sólo en la española: como digo o se es ambicioso o uno se queda en casa).

La paradoja está en que cuanto más ambicioso es el propósito más escasas parecen mis posibilidades de lograrlo. Mis capacidades no dan para tanto, y el mundo tiene sus propias dinámicas en las que la inercia y el azar no son fuerzas menores. ¿Qué sentido tiene entonces ponerse en marcha? Todo el sentido desde el punto de vista personal. Para empezar, en cuanto a las capacidades uno se siente inclinado a mejorarlas, o sea, a mejorarse. Correr diez kilómetros en 55 minutos no es ninguna hazaña, y sin embargo para mí es un logro del que me siento legítimamente orgulloso.

Antes que esto, ese propósito me anima a buscar qué es lo que mejor hago. Indefectiblemente lo que mejor hace cualquiera es aquello que le apasiona, y sólo le puede apasionar algo a lo que encuentre el mayor sentido posible. Estoy hablando, nada menos que de la búsqueda de la felicidad. Gándara lo ha dicho mejor hoy mismo:

Conste que búsqueda de la felicidad no es lo mismo que ser feliz. Esa búsqueda -pues otra cosa no hay- comprende la facultad de saber qué es lo que mejor sabemos hacer y hacerlo (con independencia de nuestras habilidades sociales) y la de saber cómo podemos estar entre los otros con lo que hacemos. Grandes habilidades sociales no implican necesariamente mayor satisfacción (ni mayor sabiduría).
Por otra parte, el tipo de problema que a mí me interesa (de perfil social y político) implica a todo el mundo, lo que incluye a la gente que me rodea. Es altamente probable que nada de lo que yo pueda hacer vaya a cambiar la sociedad de forma directa (pretenderlo sería una preocupante voluntad de omnipotencia). Pero quizás pueda influir sobre mi familia, mis amigos, mis vecinos. La influencia que yo quisiera ejercer no es la del convencimiento, sino una mucho más ambiciosa y a la vez más accesible a cualquiera: la inspiración. Y digo accesible a cualquiera porque para inspirar basta con creer en lo que se dice y en hablar a la gente tomándola como fines en sí mismos, no como medios. Si convencer es coger a alguien y traerlo a donde tú estás, inspirar es darle un motivo para buscar, para actuar, para moverse. Luego aparecerá donde tú estás o en otro sitio, pero si la búsqueda es honesta, tendréis mucho de lo que hablar.

Y luego está la acción. Por mucha razón que se tenga, nada hay más enfermizo que apoltronarse en la queja con los pies apoyados en la fantasía. El que así se acomoda termina intoxicado de sí mismo. Este blog pretende ser una forma de acción (tengo otras en marcha). Por supuesto toda acción persigue un objetivo (en este caso que se lea y resulte de algún modo inspirador), pero su sentido no depende de que se alcance o no. De hecho, la obsesión moderna por los objetivos, por los fines, está - me parece - en el origen de muchas formas de neurosis y depresión. No sólo porque en ocasiones no se alcancen, sino también porque muchas veces se alcanzan. Además, actuar significa ofrecer a los demás aquello que para uno tiene sentido ("estar entre los otros con lo que hacemos", en términos gandarianos). Sobre la importancia de centrarse en el proceso para una buena salud mental (y hasta moral), os dejo un vídeo cortesía de Ana Ruiz Sancho.


2 comentarios:

  1. Peligo, leo esto 10 minutos antes de salir hacia mi primera junta de la comunidad de vecinos. Se van a enterar!

    hablaremos, que me gusta lo que cuentas.

    Abrazo

    Nch

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  2. Bravo por la ambición.
    En cuanto a lo otro, pides mucho. El ciudadano quiere actuar, pero sin pensar, que cuesta mucho. Para conseguir lo que dices necesita pasar primero por un prolongado ejercicio de pedagogía para que entienda, asimile y tome como propio esas ganas/necesidad de actuar.

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